viernes, 1 de junio de 2012

Plegarias para Bobby

¿Y si las luciérnagas se apagan para siempre?

Ayer decidí ver la película en casa. Digo "casa" por llamarla de alguna forma. Vi la película en casa. "Plegarias para Bobby". Y desde un comienzo sabía que la iba a ver solo. Solo. Solo a pesar de que ahí estaban mi padre, mi madre y mi hermano. Y no estaban. No conmigo, no a mi lado, no con un abrazo, no con una sonrisa. Y yo sigo creyendo en los cuentos. Sigo en el País del Nunca Jamás. Porque no quiero volver. Porque allí me siento a salvo. Sentí solo. Lloré solo. Me tragué las lágrimas, me esforcé por respirar, me convencí de que mi vida no dependía ya de mi familia. Porque mi familia no entiende y nunca entenderá. La gran excepción es mi hermana, mi mano salvadora, mi cable a tierra, esa mirada cómplice que me da motivos para no abandonar la guerra, para lucir mi uniforme de soldado valiente, para ser feliz. Mi hermana. Los demás son personajes sin rostro, desconocidos, palabras sin amor.
"Prefiero un hermano muerto que un hermano homosexual", atacan de un lado. "Prefiero una hija terrorista que una hija lesbiana", atacan del otro. "Prefiero un ladrón", otro golpe. "Prefiero un asesino", y otro. Entonces me planto ante el espejo, como hizo Bobby, y me pregunto qué sigue. "No, nunca podré dejar que nadie sepa que no soy heterosexual. Sería tan humillante. Mis amigos me odiarían. Incluso tal vez quieran darme una paliza. ¿Y mi familia? Los he oído a ellos y han dicho que odian a los homosexuales, y que aun Dios también odia a los homosexuales. Los homosexuales son malos, y Dios envía a los chicos malos al infierno. Realmente me asusta cuando hablan de mí." Palabras de un Bobby torturado, acorralado, acechado. El enemigo en su propia casa. Una casa vacía donde se siente o la hacen sentir enfermo, sucio, pecador, pervertido. Incluso Bobby, al borde del precipicio, atormentado por todos estos discursos destructivos, se los cree dominado por la desesperación. Pide su cura, pide su salvación. Pero no había nada que curar, no había nada que salvar. Demasiado tarde. Bobby ya había saltado del puente. Bobby ya había dicho adiós.
¿La homofobia en casa? ¿En nuestra propia casa? ¿Dios odia y castiga a los homosexuales? ¿Acaso Dios no es amor? ¿Entonces qué esperar del mundo? ¿De neonazis que torturan a un chico hasta su muerte sólo por ser homosexual? ¿De legisladores que, sentados plácidamente en su silla como si todo fuera bien, rechazan una Ley Antidiscriminatoria? ¡Nada está bien! ¡El mundo y la humanidad están mal! Con estos pasos vamos en la dirección equivocada y lo único que tenemos delante es el gigantesco abismo. La homofobia sigue cobrándose víctimas. Y los ojos de la mayoría, porque parece que continuamos hablando en términos de "mayoría" y "minoría", siguen vendados. ¡NO ES NORMAL! ¡NO ES NATURAL! ¡ES UNA ABERRACIÓN! ¡ES ENFERMEDAD, ES PECADO! ¡Y un chico se vuela la cabeza con un revólver! ¡Y otro se ahorca en su propia habitación! ¡Y otro se corta las venas hasta desangrarse! ¡Y otro salta de un puente a las ruedas de un camión! ¿HASTA CUÁNDO? ¿HASTA CUÁNDO, PAPÁ? ¿HASTA CUÁNDO, MAMÁ?
Si no me matan ustedes, me mata el mundo. ¿Habrá tiempo para lamentaciones, habrá tiempo para reconciliaciones cuando ya no esté con ustedes, cuando decida abandonarlos, cuando decida marcharme para descubrir qué se siente ser feliz? No. No habrá tiempo. No existen las absoluciones. No existen las redenciones. Existe el amor, aquí y ahora. Ese abrazo que falta, esa sonrisa que abriga. Un "contá conmigo". Un "aquí estoy, no temas". Tarde o temprano daré el paso definitivo y cruzaré la línea blanca. ¿Cuál es el destino? ¿La muerte? ¿Una nueva vida? ¿Mi verdadero hogar? Mi destino es lejos de aquí aunque me duela, aunque me parta el corazón. Lejos del odio, lejos de la incomprensión, lejos de la soledad. La familia no se elige, pero sí se eligen los buenos y grandes amigos que me esperan allí con los brazos abiertos. Bienvenido. Siempre. Amigos que viven en mí, amigos por los que mi vida está llena de amor.

"Antes de hacer eco de amén en tu hogar o en tu iglesia, piensa y recuerda. Un niño está escuchando."
(Mary Griffith)

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